Si conocieran a alguien por primera vez, y comprobaran que esta persona posee amplios conocimientos sobre la obra de Velázquez, Van Gogh o Picasso, ¿no pensarían que dicha persona es muy culta? Quizá lo mismo ocurriría con alguien que conozca al dedillo los textos de Cervantes, Lope de Vega o Bécquer. Seguro que diríamos que esas personas son muy cultas, o que tienen una gran cultura general. Con frecuencia se asocia la cultura a temas artísticos, de literatura, de historia… ¿Pero sólo eso es cultura? La RAE define el término cultura como el “Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”. Es decir, que no se restringe a unas áreas determinadas.

Es en este contexto donde me gustaría poner en valor la cultura científica. A lo largo de la historia han sido muchas las causas de los cambios sociales. Actualmente, la ciencia se nos presenta como una de estas causas de manera preponderante, para ello basta con mirar el impacto que la ciencia tiene en nuestras vidas, y su poder de transformación a través de la tecnología. Ahí es nada. De ahí la necesidad de tener una sociedad democrática que potencie el conocimiento científico de sus ciudadanos, máxime en una situación de crisis generalizada como la que estamos sufriendo.

La sociedad en general percibe que la ciencia ha producido notables frutos: por una lado un profundo conocimiento del mundo que nos rodea, aunque al respecto los astrofísicos nos dan una cura de humildad cuando afirman que todo lo que sabemos es alrededor de un 4% del contenido del universo, y que del 96% restante -materia y energía oscura- sencillamente no tenemos ni idea. Por otro, sus aplicaciones a desarrollos tecnológicos han conseguido importantes mejoras: aumento de la esperanza de vida, confort, comunicaciones… aunque, también hay que decirlo, estas mejoras solamente se encuentran disponibles para una pequeña parte de los seres humanos.

A la vez, una gran parte de la sociedad considera a la ciencia culpable de graves problemas que nos asolan: armas de destrucción masiva (y no masiva), la contaminación ambiental, destrucción del equilibrio ecológico a escala planetaria, calentamiento global, residuos nucleares, químicos y biológicos peligrosos…. Esta doble percepción hace que se tenga una visión ambivalente de la ciencia, por un lado de reverencia ante una disciplina, en muchos casos incomprensible, y por otro de recelo e incluso, a veces, de abierto rechazo.

Para poder opinar con seriedad y criterio sobre los temas es necesario conocerlos. La ciencia no es una excepción. Es importante que la los ciudadanos valoren los logros de esta disciplina y apoye su desarrollo y, a la vez, sean exigente para evitar sus aplicaciones indebidas. No parece razonable prescindir de la ciencia y dar marcha atrás en busca de un hipotético edén natural u otras posturas irracionales. Son muchos los problemas que tenemos planteados que requieren de la ciencia para su solución, así que la solución pasa por más ciencia, no por menos. Pero, ¿para qué? Es la sociedad, los ciudadanos de a pie, la que debe marcar el rumbo en este ámbito, y para ello se requiere que lo conozca.

Precisamos de individuos con cultura científica básica para los retos que nos acucian, hambre y desnutrición, calentamiento global, modelo energético, residuos, ingeniería genética…, que sean críticos y exigentes con los gestores de lo público y sean los artífices de su orientación. Sobre el papel, los centros de enseñanza tiene asignada esta función, formar ciudadanos, aunque esto no es suficiente. El cultivo del conocimiento científico no debería restringirse a las aulas, sino que puede, y debe, ser accesible en otros contextos, con otros formatos y para un público más amplio.

Hace poco han arrancado las semanas de la ciencia en Navarra. Diez días en los que cualquier ciudadano con interés por la ciencia, posea muchos o pocos conocimientos sobre la misma, tiene a su disposición un amplio menú de actividades con temáticas diversas. Desde exposiciones con fotografías científicas hasta observaciones astronómicas, pasando por conferencias sobre los restos ambientales del futuro o el desarrollo de curas contra el cáncer o al alzhéimer. Organizadas por entidades como la Universidad Pública de Navarra, la Universidad de Navarra, el Planetario de Pamplona, el Club de Amigos de la Ciencia y muchos otros, estas semanas pretenden acercar la ciencia a un público que habitualmente no está en contacto con la misma. Les animo a que revisen la agenda de actividades, seguro que encuentran alguna que les interesa. Creo que ésta es una buena vía para poder adquirir conocimientos que nos permitan desarrollar nuestro juicio crítico. Esta vez en el terreno científico.

Antonio Vela Pons es Doctor en Ciencias Físicas y presidente del Club de Amigos de la Ciencia.

La importancia de la cultura científica. Antonio Vela en Diario de Navarra

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